Confesión.

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1 comentario:

  1. Aparte de ser el peor periférico de la historia - que, confieso, llegué a comprar durante esa mediocre era en la que ciertos cartuchos del 64 no tenían almacenaje interno - hay poco qué decir.
    El recuerdo mismo habla e insulta sin necesidad de alardear más.

    El mismo recuerdo me conecta a una época donde una Pentium II era el Rols Royce de las PC's, costando lo equivalente a un vochito de ahora. Los cartuchos de 64? alrededor de $800. Los sobres de estampas coleccionables de Dragon Ball, Polemon y Ranma? de $5 en $5, se acababan no sólo el domingo, sino el fondo educativo para mi futuro y que ahora me tiene, por ejemplo, estudiando en "La Esmeralda".

    Todas esas cosas ahora son materia de desecho. En el mejor de los casos, excentricidades sin sentido como lo son mis recuerdos suprimidos de la infancia - la primera chica que te gusta; el primer barro producto de un sentimiento aún más incómodo; la música alternativa y el pelo en lugares donde antes no lo había; el primer amor, el primer recuerdo que, como tantas cosas,

    son desperdicio,
    chatarra
    más o menos interesada,

    gracias a y desde que
    tengo memoria.

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